Tanto preparativo y tanta historia para el viaje al Cenajo y ya se pasó…
¡Y CÓMO SE PASÓ!
- Todo comenzó en el aparcamiento del PLUS a las 8 de la mañana…
- Hubo reunión de conductores con la Guía CAMPSA (última edición) para trazar el itinerario correcto. Bueno, más que reunión parecía un cónclave.
- Llevábamos GPS y "todo" en uno de los vehículos.
- Venían dos personas que ya habían ido antes.
Lo teníamos claro, y sin embargo… nos perdimos, como no podía ser de otra manera. Eso sí, lo pasamos genial. Lo mejor fue cuando nos paramos a preguntar a un "lugareño de cuatro patas” después de meternos en una cantera sin salida. Evidentemente no nos contestó. Menos mal que, en un momento de indecisión, alguien tuvo el arrojo y el coraje suficiente para tomar la iniciativa y, dando un par de vueltas a la misma rotonda (cosa normal cuando el que va primero es Alberto), apostó por seguir los vagos recuerdos de aquellos que ya habían llegado en una ocasión al Cenajo, aunque, a decir verdad, sin mucha convicción. Pero mira tú por donde, dimos con el camino correcto y tras cinco horas de aventura automovilística (almuerzo incluido ¡y qué almuerzo!), vislumbramos el valle del embalse donde está situado el hotel Cenajo.
Tardamos casi toda la mañana… pero nos reímos un montón; creo que no paramos de reírnos en todo el “finde”.
Primero en la piscina, compitiendo contra el “equipo local”, formado por dos aguerridos padres, una madre peleona y una recua de niños incontrolables. La cosa estuvo reñida hasta el final, pero logramos hacernos con el “X Trofeo Cenajo” al equipo más competitivo de la tarde.
Continuamos con una sesión de juegos y dinámicas de grupo, arrastrando con nosotros a otros huéspedes del hotel. Las dinámicas surtieron el efecto deseado y no paramos de reírnos, incluso cuando se produjeron situaciones algo “embarazosas”. Recuerdo con cariño como algunos querían arrebatarle el bañador mojado a un niño; también como otros, más que pasarse la pelota con la barbilla, se enlazaban en un ovillo difícil de deshacer. Las cucharas pasaban con alegría y alboroto a través de los “cuerpos serranos” y las “gallinitas” hicieron lo que pudieron con los huevos en el gallinero. Mención aparte merecen los “besitos al cerdito Margarito”, que pusieron a más de uno/a en situación comprometida.
Por la noche hicimos baile en la cafetería del hotel y conseguimos que participara una buena parte de las parejas alojadas. Estuvimos en nuestra “salsa”, nunca mejor dicho. A continuación seguimos con un juego entre nosotros en una sala privada, donde “la chica de las fresas” (a propósito, mil gracias por el detalle) dejó volar su imaginación y nos deleitó con una fantástica historia que tuvo lugar en las instalaciones del hotel (debió ser a principios de siglo, pero con personajes actuales).
Lo que siguió después en cada habitación queda “bajo secreto de sumario”.
A la mañana siguiente, tuvimos una pequeña excursión para los más atrevidos, y después, más juegos de habilidad para todos.
El viaje de vuelta fue más rápido y concreto. No hubo dudas. Lo hicimos en tiempo récord y, pese al mal tiempo, llegamos todos estupendamente.
Quedan por comentar un par de cosas. La primera, es que comimos como gorr…, bueno, como marqueses (que se lo pregunten a Alex y sus postres), y la segunda y más importante, la predisposición de todos los miembros del grupo para divertirse y pasarlo bien. Personalmente quiero daros las gracias a todos.
Fuimos la revolución del “finde” de los enamorados. He recibido la felicitación del director del hotel por ello y quiero trasladarla a todos vosotros.
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