Parece que es nuestro sino. No hay manera. Cada vez que tenemos que quedar para ir a algún sitio, sea más o menos serio, más o menos cerca, siempre ocurre algo que descontrola la hoja de ruta y/o altera el itinerario.
El jueves pasado Quique dijo con guasa que si quedábamos a tal o cual hora en la puerta del Carrefour, o la del Hospital General o no sé cuantas cosas más, todo esto después de haber reiterado que la “quedada” oficial (como dicen ahora los modernos) era de nueve a nueve y cuarto de la noche en la puerta del Hospital Militar que, dicho sea de paso, suele ser el punto de encuentro para las salidas de corto recorrido, para las de largo alcance solemos quedar en el aparcamiento del Día, donde planificamos rutas y horarios que nunca cumplimos.
Pues aun así, parece que alguien se fue antes de hora, pensando que los demás ya habíamos salido. Así que, aguantamos el tirón esperándoles hasta que les localizamos por teléfono. Suerte que al final todo quedó en una pequeña confusión y pudimos disfrutar de la cena de Nadal como estaba previsto.
El restaurante El Coscollar era nuestro destino. Menos mal que en esta ocasión llevábamos un GPS que sabía el rumbo a seguir. Como digo, llegamos sin complicación ninguna, y casi antes de entrar, ya tuvimos que soltar la “mosca”, no fuera a ser que alguno, después de ponerse hasta arriba de viandas surtidas tuviera la tentación de salir por piernas haciendo un “sinpa”.
Pues nada, dicho y hecho, nos sentamos y atacamos (con el permiso de Vicky y Vicente que estaban de camino) todo el surtido de bandejas que había a nuestra disposición. El local estaba lleno, aunque cuando llegamos había una mesa enorme todavía sin ocupar, por lo que aprovechamos la oportunidad para hacer viajes al bufet sin parar, antes de que llegaran las fieras… Y cuando digo que el local estaba lleno, me refiero a que en el piso de arriba (mejor acondicionado que el de la planta baja, por cierto) había una nutrida representación de una empresa del sector de los supermercados de alimentación. Al parecer habían juntado a toda la juventud de la misma y la habían soltado allí, a pegar botes como cabras y a disfrutar de la noche que, en definitiva, de eso es de lo que se trata.
Llenos ya de tanta comida, y llegada la hora del café, procedimos a la entrega de los regalos del “Amigo Invisible” (que luego acaba siendo manifiestamente público; bien por interés del “regalante/a”, por curiosidad del regalado/a, o por descarte, que también sale). Hubo un poco de todo, como siempre: bolsos de imitación (el presupuesto no daba para originales), bufandas, vestidos, pitilleras grabadas y todo, encendedores, “sacachochos”, platos de cerámica, herramientas y hasta ropa interior de ambos sexos, es decir, gallumbos y braguitas con picardías a juego. Ni que decir tiene que el público (todo el local) solicitó que se probaran la ropa interior, cosa a la que los agraciados accedieron, pero encima de la ropa que llevaban, dejándonos a todos con las ganas de ver sus “esculturales cuerpos danone” paseando por encima de la larga mesa luciendo sus regalos cual desfile de “Victoria’s Secret”.
Cuando retiraron el bufet llegó el baile. ¡Qué casualidad! Resulta que el dúo que actuaba es de Mislata y son casi vecinos nuestros. Entablamos conversación con ellos, o casi mejor dicho, ella, que toca el órgano y también canta, entabló conversación con todos nosotros, juntos y por separado, repartiendo tarjetas del local a diestro y siniestro. Como la cosa está tan mal, mejor será que no falte el trabajo, digo yo.
Entre bachatas, baladas, algún rock’n’roll, pasodobles, salsa, tango y algún “bailecito”, intercalamos algún manteo a un par de los nuestros. Lo de Miguel se pudo soportar, porque no pesa demasiado y éramos varios para la tarea, pero cuando le llegó el turno a Elia, me dejaron solo y casi me ca… (igo) del esfuerzo, pero resistí como un jabato. “Jamás una mujer en mis brazos ha sufrido ningún percance” (creo que es una frase de una película, pero aquí viene de perlas).
Antes del inicio de la segunda parte del baile (es que sólo habían dos y ésta era la segunda, lo dejó bien claro el de la orquesta) se procedió al sorteo entre los asistentes de unas cenas gratuitas, gentileza de la dirección del local, que puso al frente de la situación a su mejor hombre, un “camata” con una facilidad de palabra, una soltura y una gracia “pa” los chistes difícil de igualar. Y… ¿quién diréis que actuó de mano inocente en el sorteo?... ¡Correcto! Fue Elia. A veces pienso que tiene el don de la ubicuidad, está la mujer en todas partes y casi al mismo tiempo. Aunque el otro día le salió una competidora aguerrida que logró sacarla de la “foto” en un par de ocasiones.
Terminado el baile, mejor dicho, cuando los del dúo nos tiraron a base de canciones melosas para que irnos se convirtiera en una urgencia (sin necesidad de cremas ni potingues), salimos por patas cada uno a su casa. Y así acabamos la noche, pasando un rato con los amigos, cenando, bailando y riéndonos un rato, que “pa” eso habíamos ido.
Espero que esa diversión continúe cuando leáis la crónica.
¡FELIZ NAVIDAD A TODOS Y A TODAS!
1 comentario:
PUES SI, LUIS, LO PASAMOS BASTANTE BIEN, LO DEL AMIGO IMVISIBLE POCO A POCO VA MEJORANDO, UNOS MÁS QUE OTROS, YO ME QUEDE CON GANAS DE VER LA FAMOSA BUFANDA. COMO SIEMPRE LA CRONICA GENIAL, UNA LASTIMA QUE LOS COMPAÑEROS QUE TENEMOS SEAN TAN DESPEGAOS A LA HORA DE DECIR ALGO BUENO,ESCRIBIR ALGÚN COMENTARIO, POR SI ALGUIEN NO LO ENTIENDE. 1B7
Publicar un comentario