
Para nosotros, que ya estamos algo “creciditos”, la llegada de la Semana Santa se ha convertido simplemente en unos días de asueto con la posibilidad de construirnos un puente (o más bien un acueducto) que ni te cuento, para irnos a “donde- Cristo-perdió-el gorro” a pasar unos días tocándonos la barriga (que suena más “fisno”). Sin embargo, para los más pequeños siguen siendo los días de ir a comer la mona. Aunque las costumbres de antaño se van perdiendo poco a poco, todavía podemos ver algún padre con su hijo/a tratando de empinar el cachirulo, eso sí, comprado en “el Carreplús” o en el kiosko de la esquina. Dónde han quedado aquellos cachirulos artesanales que nos construíamos con cañas recién cortadas del río y papel de periódico o carteles de cine debidamente pegados con engrudo, todo atado y reatado con hilo de palomar comprado expresamente en la cordelería (porque era el mejor). Y aquellas colas enormes que hacíamos con retales de trapos y camisas viejas que le cogíamos a nuestra madre y que simulaban una ristra de pajaritas de variados colores. Y los grupos de chavales, no digo chavalas porque los que hacíamos los cachirulos éramos los chicos, las chicas se dedicaban a saltar a la “comba” de mil manera diferentes y a reírse de nosotros cuando intentábamos imitarlas, pegándonos a veces algún que otro “morrazo” de tres pares de narices, pero sin graves consecuencias, aparte de la moral algo perjudicada por las risas de los demás. Pues eso, grupos de chavales reunidos casi por todas las esquinas del barrio, con todos los materiales necesarios, una vez recolectados, para la construcción de ese popular elemento aeronáutico que, dicho sea de paso, no era sencillo de fabricar si querías que fuera de los más chulos y competitivos, porque claro, luego venía aquello de a ver cuál de todos los que tenían los amigos de la barriada era más chulo y cuál era el que lograba empinarlo más alto. Los habían que se conformaban con un carrete de hilo de palomar, pero los más audaces volvían a la cordelería a comprar otro que empalmar al primero, y así se hacían con carretes de más de cien metros que, si el artilugio estaba bien hecho, perfectamente compensado y el día acompañaba, hacía que el cachirulo se alzase por encima de todos los demás y te sintieses por un momento como el rey de tu pueblo. No hace falta que diga que nunca fui el rey, los que yo hacía no llegaban ni a hacerme sentir parlamentario de “les Corts Valencianes”, pero disfrutaba como el que más. Ir al río a por cañas era toda una aventura, ya que antes, es decir, cuando yo era un chavalín, el río estaba muy muy lejos, y coger la bicicleta para llegar hasta allí, cortar las cañas y traerlas, era todo un acontecimiento que vivíamos intensamente en el barrio. Lo de conseguir el papel adecuado también tenía su aquél. Los que no teníamos otra posibilidad nos conformábamos con papel de periódico, pero lo “guay” era poder conseguir carteles de cine. Aquél sí que era un papel de categoría. Suficientemente grande para hacer el “cachirulo” de una sola pieza, sin tener que empalmar las hojas de periódico; de una calidad suprema, mucho más fuerte que el resto de papeles del mundo mundial, y bonito, cuanto más colorido era el cartel de la película que anunciaba, mucho mejor, más llamativo. Del cordel ya lo hemos dicho todo, no valía cualquier trozo de cuerda, tenía que ser “hilodepalomar” de la cordelería o del “kiosco” del Pou u otro similar, porque si no, la calidad en el acabado no estaba garantizada. La cola de pegar te la podías hacer tú mismo con agua y harina, pero lo más normal era usar cola blanca de carpintero. La “otra cola”, la que se añadía al final del artilugio para que la navegación aérea fuese la correcta también tenía su truco; debía estar perfectamente compensada con el tamaño del cachirulo, y eso sí, la tela elegida debía ser lo suficientemente ligera como para que no supusiera un lastre y lo bastante colorida para que estéticamente resultase atractiva cuando surcase los cielos azules de aquellas tardes de Pascua. Lo que ya no estaba muy modernizado era el sistema de recogida de la cuerda. Lo más normal era liarla en forma de ocho alrededor de un palo, sistema lento y trabajoso donde los haya, sobre todo cuando tienes que recoger así cien metros de “hilodepalomarfinito”. Si todo había ido bien, a pesar de lo costoso de la recogida, te ibas a casa con una agradable sensación y creyendo que podías llegar a ser incluso ingeniero aeronáutico; si había algún fallo, podía ocurrir lo peor, que el cachirulo, generalmente por un fallo en el proceso de fabricación o porque las condiciones metereológicas no fueran las adecuadas, tuviese un aterrizaje forzoso y acabase totalmente destrozado e inservible para otra ocasión. No había problema, una vez pasaba la mala leche inicial, ya estabas planeando el próximo modelo con las mejoras que te aconsejaban los miles de amiguetes entendidos en temas aeronáuticos de andar por casa. Y con la misma ilusión del principio volvías a fabricarte otro mejor.
Creo que cuando tenga nietos haremos cachirulos juntos. Eso espero.
Qué curioso, iba a hablar de la Mona de Pascua y me he pasado todo el rato hablando de cachirulos. Debe ser la edad.
En fin, recojamos cuerda y otro día seguiremos.

2 comentarios:
TU COMENTARIO PERFECTO, SALVO POR UNA RECTIFICACIÓN, LAS CHICAS HACIAMOOOOOS CACHIRULOS Y MUCHO MEJORES QUE LOS DE LOS CHICOS, LES PONIAMOS UNOS COLORIDOS, QUE NI TE CUENTO, Y ESO SI CASI SIEMPRE O SIEMPRE LOS CACHIRULOS DE LAS CHICAS VOLABAN MUCHO MÁS ALTO Y AGUANTABAN MUCHO MÁS.DESAFIO EN ESTAS PASCUAS A QUIEN QUIERA A HACER UNA COMPETICIÓN DE CACHIRULOS.UN BESO.
Hola Luis, una vez más nos transportas a epocas pasadas, de costumbres ya perdidas y que quedan en nuestro recuerdo para siempre. Tambien recuerdo que una vez ya hechos los cachirulos y una vez ya en pleno vuelo cogíamos un trozo de papel y lo enganchábamos en la cuerda, para que poco a poco subiera hasta el cachirulo, hecho que tambien era cuestión de competición a ver cual de todos los papeluchos subía el primero.
Gracias Luis por recordarnos estos momentos pascueros tan agradables...
Por cierto Tere me parece una idea genial hacer una competición de cachirulos para pasar una buena tarde entre todos.
Un besete a los dos
Toni
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