EL TIEMPO EN MISLATA

RUEDA DE BACHATA

BANZAY - FESTUR 2010

miércoles, 1 de abril de 2009

LA CHICA DEL CLARINETE


Al llegar a la estación de Albacete, he visto en el panel de salidas que mi tren de vuelta a Valencia no llevaba retraso, como de costumbre, de modo que estaría en casa sobre las siete y media de la tarde; algo más pronto de la hora de llegada habitual de la oficina todos los días. Mejor, he pensado, porque hoy Tere no se encuentra nada bien y cuanto antes llegue mejor.

Faltaban unos veinte minutos para la salida y he decidido quedarme en el “hall” de la estación la mitad del tiempo de espera para no estar de pie en el andén todo el tiempo con el frío que hace, porque aunque el día no ha sido malo del todo, esta mañana temprano el mercurio señalaba dos grados centígrados y la tarde se ha tornado fría, nublada y con un viento helado que la hace desapacible.

He pasado parte del tiempo leyendo mi libro (siempre llevo un libro de lectura) y alzando la vista de cuando en cuando para ver el panel de salidas y “fisgonear” la llegada de nuevos viajeros. Es impresionante las conclusiones que se pueden sacar acerca de las personas que viajan a diario en el transporte público. Te fijas en su aspecto, en su equipaje, en su tono de voz, en su forma de andar y de comportarse, en sus gestos y en la manera tan particular que cada cual tiene de pasar el tiempo de espera. Podría escribirse incluso un tratado sobre este tema, pero eso será en otra ocasión, hoy nos ocupamos de “la chica del clarinete”.

Como digo, en una de esas ocasiones en que miraba el panel informativo, he visto una chica joven pululando entre los bancos de la sala de espera, algo compungida y con los ojos llorosos, acercarse a algunos viajeros para comentar algo ininteligible con ellos. No podía imaginar qué era lo que le tenía preocupada, pero no he tardado en saberlo. Al momento, se ha dirigido hacia el lugar donde yo estaba leyendo, preguntándonos a los que allí estábamos si alguien tenía billete a Valencia en el tren de las cinco y veinte. Algunos de los presentes ni se han inmutado, el chico que estaba a mi lado ha contestado con un hilillo de voz que su billete era para las siete. Al parecer, yo era la única persona que tenía billete de salida inmediata a Valencia que todavía estaba en la sala de espera.

Al ver que el tiempo pasaba y que no hallaba solución a su problema, la chica ha decidido añadir el motivo por el que se justificaba su desespero: “… es que tengo que estar a las ocho para dar un concierto en el Palau y no tengo billete hasta las siete.” Evidentemente, con ese tren no llegaría hasta las ocho y veinticinco a Valencia, y no antes de las nueve al Palau. En principio yo he dicho que no podía cambiarle el billete, porque hoy, precisamente hoy, me interesaba llegar cuanto antes a casa. La chica ha entendido mi argumento, pero eso no le ha sido de ninguna ayuda. Su cara era un poema y su comportamiento nervioso no dejaba lugar a dudas; para ella era de vital importancia llegar a tiempo para el concierto. No sé exactamente por qué, pero tenía la sensación de que podíamos hacer algo por ella, y digo podíamos por que antes de tomar la decisión de cambiarle el billete lo he consultado con Tere, que me ha dicho: “Parece que lo necesita, y si no se lo cambias te sentirás mal; además, aunque no estoy bien, yo puedo esperar…” De modo que con una sonrisa en el rostro me he dirigido a ella y le he dicho: “No hay problema, yo te cambio el billete”. Se ha despedido de mí con lágrimas en los ojos y un apretón de manos con el que me ha transmitido todo su agradecimiento. Gratitud que no merezco y que debe recaer en Tere pues yo he sido un mero transmisor, puesto que necesitándome a su lado, ha preferido ser generosa y ayudar a una desconocida en una situación apurada, sin necesidad de verla siquiera. Eso sí que es grande.

Gracias Tere, por compartir la grandeza de tu corazón con todos los que te rodean y también con los que en la distancia necesitan de tu ayuda.

Espero que el concierto salga bien.

Albacete, 1 de abril de 2009, siete y media de la tarde, a bordo del tren Alaris de vuelta a Valencia.

1 comentario:

TERE dijo...

GRACIAS LUIS, YA SOMOS DOS LAS CJICAS QUE LLORAMOS DE AGRADECIMIENTO,LA DEL TREN Y YO. TE QUIERO.

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