EL TIEMPO EN MISLATA

RUEDA DE BACHATA

BANZAY - FESTUR 2010

domingo, 6 de noviembre de 2011

VAYA SEMANITA QUE LLEVAMOS



Primera de las salidas de esta nueva temporada de Nit de Dijous, aunque comenzamos la jarana el jueves pasado celebrando la “abuelancia” de Berto y Dori con un ágape gentileza de los nuevos “iaios” en el que no faltó de nada. Luego, claro está, no podíamos casi ni bailar.


Bueno, al grano. Ayer sábado quedamos a las 21:30 en “La Picaeta” (que debería más bien llamarse “La Picotada” cuando miras la factura). Cosa rara en nuestro grupo, pero todos fuimos súper puntuales y aunque llegamos en varias tandas el pleno no tardó en constituirse.


Luego vino aquello de “¿Qué van a tomar?” y se armó la gorda. De entrada casi ninguno nos vemos un pimiento para leer y rellenar la hoja del pedido, suerte que alguno llevaba las gafitas de ver a mano y nos leyó gentilmente uno por uno todos los posibles de la carta. La cosa tuvo sus más y sus menos, pero con un poco de paciencia y templando gaitas conseguimos ponernos de acuerdo en la comanda (a la próxima, menú fijo “pa tos”). Surtido de tapas finas, sartenes variadas y pulguitas componían el festín, todo ello aderezado con jarras de cerveza a “tutiplén”, algún refresco “zero” y agua de la Fuente del Avellano. No estuvo mal la cena. Ahora el local… Parece que los recortes en el gasto se centran en la iluminación, que era más bien escasa y, conforme pasaba el tiempo, parecía menos intensa. No quiero ni pensar cómo cenarían los del segundo turno, quizá con candiles en las mesas y velas de sebo; eso si había segundo turno, que no parecía que lo hubiese, aunque la premura de la hora y la puntualidad fueron requisitos exigidos por la dirección del local para aprovechar una hipotética segunda oleada de comensales. Fuera como fuese, cenamos a la hora prevista, pero salimos algo más tarde de lo pronosticado. Hasta que no se acabó el partido de fútbol no levantamos el culo de la silla.

Nos acomodamos en los transportes disponibles y acordamos vernos en la entrada de la Sala Pacific, de Quart de Poblet (no disponemos de foto oficial, disculpen las molestias). Por segunda vez en la noche, no hubo despistes en la llegada al destino. Como dice el Himno Regional: “…tots a una veu, germans vingau…”, y así fue. Abonamos la entrada y buscamos la reserva que teníamos. Tener la teníamos, pero al final de la sala. Catorce sillas, una al lado de la otra, con las mesas delante. Yo no sabía si éramos el jurado de la noche o si es que estábamos en edad de merecer y esperábamos que algún galante doncel tuviera el detalle de sacarnos a bailar (sólo nos faltaba la agenda de compromisos de baile para darle más realismo a la esperpéntica reserva).

Media entrada registraba el local, había pista de sobra, y sin embargo, no teníamos el “chichi pa farolillos”, es decir, que no bailamos demasiado, excepción hecha de Miguel e Inma que lo bailan todo, todo y todo, como dice la niña de una conocida compañía de seguros (perdonar que no ponga el nombre, pero no hago publicidad gratuita). Los demás nos limitamos a evolucionar unas cuantas veces, con mayor o menor acierto, al son de una música que resultó ser poco acertada para levantar los ánimos y a mirar con deleite y algo de envidia las buenas maneras de algunas parejas, sobre todo de unos jóvenes que se marcaron ellos solitos en la pista una salsa que nos dejaron a todos con la boca abierta. Una cerrada ovación del respetable, con petición de dos orejas y rabo, cerró su actuación en solitario. Vamos, una gozada.. ¡Qué envidia!

A eso de las dos y media Miguel nos anunció que el “pincha” iba a rematar la velada con “...todo salsa, salpicada de algún merengue y poco más.” Esto fue la gota que hizo colmar el vaso. Así que nos pusimos las chaquetas y salimos rumbo al Café de las Tentaciones. Esto no estaba previsto, pero surgió así, casi como de repente.

Lo cierto es que durante la cena llegó una chiquita muy mona ella y nos repartió unos tickets para una copa en el citado local, pero no le hicimos mucho caso porque no pensábamos usarlos. Pero ya veis, “Nunca se puede decir de esta agua no beberé, ni este cura no es mi padre” La cuestión era que, al parecer, la invitación era válida sólo hasta las dos de la noche y ya eran casi las tres, aunque en el ticket no lo ponía. Así que… igual podía resultar que no. Nos presentamos en las inmediaciones del local haciendo corro sin que ninguno/a se atreviese a preguntar por el asunto. Tomando el toro por los cuernos y cargado de razón me adentré en el local para preguntar si aquello de la invitación era cierto. Me dijeron que sí y salí a llamar al grupo. Como no tenía ganas de caminar, traté de silbar fuerte sin resultado positivo. Menos mal que entraba en ese momento una pareja y él me dijo:


Los catorce “pa dentro” (como dicen en mi pueblo). Reiteramos la pregunta a la amable camarera, que nos dijo que el cóctel gratuito en cuestión era una Agua de Valencia. Y como no le hacemos ascos a nada, nos pareció de lo más oportuno (porque era de gorra, claro).
“¿Quieres que te silbe ella?”, a lo que respondí que claro. Así que coge la chica, se pone los dedos en la boca y lanza un silbido de cabrero que tuvo que oírse hasta en Sebastopol. Yo sólo tuve que hacer el gesto de que se acercarán con la mano para indicar que el fruto de mis pesquisas había sido positivo.


Mención aparte merecen las partidas de billar que jugamos mientras nos tomábamos los cócteles. Menudos equipazos, ninguno sabíamos jugar, ni siquiera los que dijeron que sí. Allá que nos pusimos a jugar, con unos tacos imposibles, una mesa con falta de espacio alrededor y bajo la mirada atenta de un respetable que juzgaba cada jugada y daba su opinión sobre cómo golpear la bola de la manera más eficaz posible teniendo en cuenta las circunstancias, pero sin tener ni idea real de jugar al billar. Y así pasó, que ganamos las dos partidas por meter el contrario la bola negra en la tronera. Todo un éxito deportivo, sí señor.

Cuando nos cansamos de hacer el ridículo con el billar, cada cual cogió sus trastos y a casa que llueve.

Al final, la cosa no estuvo nada mal. Algo diferente… con final feliz, o no (podéis comentar, gracias)
.

1 comentario:

tere dijo...

muy cierto, Luis, es tal cual lo describes, ya decia yo que la "picaeta" no valia ná de ná, pero en fin, cuando llegamos a casa nos hicimos el bocata de chorizos y ya esta,al final no lo pasamos mal, pero la musica, lamentable. un besete

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