Esta Semana Santa, también hemos organizado “otra”… paella, digo.
Efectivamente. Con premeditación y alevosía, y aprovechando que el profe no vino a uno de los ensayos, quedamos para hacernos, mejor dicho, para que nos hiciera, una paella de esas que sientan cátedra. Y dicho y hecho, nos pusimos manos a la obra.
Como siempre, lo más costoso es decidir qué se compra, cuánto se compra, cuándo se compra y dónde se compra. Menos mal que en esta ocasión el equipo de avituallamiento tenía las cosas claras y compró lo que debía, en la cantidad exacta (o casi), donde debía y justo a tiempo.
Comenzó la mañana festiva con un “almuercete “ de campeonato. Cada cual llevó sus correspondientes viandas, regadas convenientemente, pero lo que triunfó fue la tortilla de ajos recién cogidos de la señora Teresa (“pa” chuparse los dedos y oler todo el día a ajos) y la empanada oficial de Dori (no es que Dori esté empanada, sino que su empanada estaba muy buena). Algunas latas de conserva hicieron también su aparición en la escena y pervivieron hasta el final del día tal como llegaron.
El tiempo no era bueno y tuvimos que cambiar de mesas para evitar las corrientes de aire fresco, de manera que pasamos el día al sol, pero no fue molesto. Algunos tomaron color incluso.
Con el buche lleno y tiempo de sobra hasta que nos tocara hacer uso del paellero asignado (ahora hay que registrarse, como en las páginas web, para que te dejen usarlos), decidimos matar el tiempo con una partida de adivinar “pelis” con mímica. Un gran acierto, ya que la composición de los equipos masculino y femenino no tenían desperdicio, sobre todo el femenino, que logró empatar “in extremis” gracias a la pericia de Elia en sus intervenciones de mímica ante sus compañeras, mientras los demás nos revolcábamos por el suelo cogiéndonos la barriga de la risa. Gracias Elia por tu participación y tu espontaneidad, pero “La marabunta” son dos palabras, no cuatro.
En estas estábamos cuando apareció el “encargao” de abrir al público los paelleros, es decir, el “segurata”, que a falta de alguien a quien encomendar tan insigne tarea, les ha sido adjudicada a dedo por “los listos del ayuntamiento.” Con puntualidad británica se abrieron las compuertas que posibilitarían que cientos de “campistas” pudieran cocinar algo que llevarse a la boca. Y dicho y hecho, se abrieron los candados que custodian las instalaciones “paelleriles” y todos nos pusimos manos a la obra. Cada paellero era un mundo, en cada uno se cocinaban distintas recetas con mayor o menor acierto: paellas, barbacoas, “torrás”, cerdos y vacas en grandes trozos regados con cerveza, incluso algún que otro “chamuscadito” (menos mal que siempre lleva uno fiambre y latas a estos sitios… lo digo por los de “al lao”).
Mención especial merece el fuego. Sí, hacer fuego parece fácil, pero no, no lo es. Sistemas hay varios, pero no los voy a relatar aquí. El que quiera aprender que haga el curso de “Encendedor oficial de fuegos para paellas y torrás” de CCC., y ponga especial atención al tema de “Brasas para torrá”, sin olvidar “Cómo controlar el fuego para no quemar las instalaciones” y “Qué coño hago cuando el fuego me lo quema “to”.
Dejando ya el temita del fuego, que daría para escribir una tesis doctoral con sólo describir con detalle lo que vimos allí mismo, pasaremos al ritual de la paella “Albertiana”
Todo comienza con la nivelación del recipiente, llamado paella o paellera (según algunos/as), cuestión que no vamos a discutir porque no tengo ganas. Este escollo quedó perfectamente salvado gracias a las trébedes de Teo, una obra de ingeniería triangular con nivelación a base de rosca “sinfín” en los elementos de apoyo, que aseguran un perfecto equilibrio de recipiente y contenido, posibilitando una exacta armonía, sobre todo en los elementos líquidos, sin que chorreen ni desborden desagradablemente por alguno de los lados de la paella.
El equipo de pinches preparado para atender al “maestro paellero”: el de la leña, la de la sal, el del pollo y el del conejo, la de la verdura, la del agua, el del azafrán y el colorante alimentario (que era el mismo, gracias a Dios), el del arroz, los probadores oficiales y los porteadores de la paella acabada. Los grandes, como Ferrán Adriá, también tienen su equipo…
De delantalito mejor no hablamos…, ¡coño que miedo pasé! Aunque comparado con lo que hemos visto hoy, fue un paseo en barca. Esta tarde ha tenido que intervenir la policía local, la nacional y los de seguridad del parque. Sillas por los aires, navajas que cambiaban de mano y algún detenido ha sido el balance de otro alegre domingo campestre. Espero que no cierren el parque y podamos seguir disfrutándolo todos en armonía.
Cuando llegó la paella a las mesas ya no cabía, estaba todo lleno de viandas, y vino justito para acoplar los platos de cada cual en su sitio. Había de todo, como en botica. Casi de lo que menos comimos fue paella y acabamos a reventar, rematando con las torrijas de Susana (no es que Susana cogiera una “torrija”, sino que las torrijas que hizo estaban de muerte) dulces y un café de rechupete, sin olvidarnos el famoso sorbete “Miguel-In”, del que dimos buena cuenta, del mismo modo que habíamos hecho durante la preparación de la paella con la sangría de Manolo (cinco litros, cinco, que parecieron medio por la velocidad a la que desaparecieron).
Al terminar la comilona a la mayoría nos entró un sopor difícil de dominar, así que cada cual hizo lo que pudo para que su cuerpo asimilara con tranquilidad lo comido y lo bebido. Unos, tumbados en la hierba; otros, en una hamaca, y otros…, dando morcilla con un pintalabios.
Algunos lograron vencer el sopor dedicándose a los juegos de mesa. Se montó una partida de truc de medio pelo y una de dominó triangular de pelo y medio.
No hubo merienda para que nadie reventara, pero se intentó, lo que pasa es que al nombrar la comida a alguno nos entraban unas nauseas de intensidad más que severa. Y como el tiempo se estaba poniendo tontorrón, recogimos a eso de las siete de la tarde, que yo creo que ya estaba bien, desde las nueve de la mañana ¿no?
Y con esto y un bizcocho, nos fuimos a casita, hasta la próxima. A ver si somos más gente, que al maestro paellero se le queda corto el número de ayudantes y llegará el día que no podrá hacer la paella por falta de pinches…
¡AU!
2 comentarios:
Pues sí, lo pasamos de maravilla, yo todavia me descojono cuando cuento lo de la marabunta, "pero sin maldad ehhh", bueno esto tenemos que repetirlo más a menudo,las risas no bienen nada mal y dicen que es buena para el corazón !ah! y se rejuvenece de reir tanto yo por lo menos me quite unos dos segundos de años. Hasta la próxima. Luis como siempre genial la crónica. Un besete.
Os tengo que confesar que hace ya algun tiempo que he descubierto, con agrado, un grupo de gente agradable, cariñosa y sana (de espiritu, porque el que mas o el que menos esta algo podrido), con la que comparto un buen rato la nit del dijous.
Solo os puedo dedicar una palabra para describir todo lo anterior
GRACIAS.
Y a ti Luis como siempre, un trabajo exquisito.
Espero seguir formando parte de la estupenda NIT DE DIJOUS.
Un beos enorme para todos.
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