NOCHE DE DIFUNTOS

No soy yo de muchos americanismos, ni de chorradas por el estilo, pero lo del “Jalogüin” (a la española) del otro día no tuvo desperdicio ninguno.

Surgió así como así, como una sugerencia para dar más empaque a la cena mensual. Al principio a casi nadie pareció ilusionarle la idea, pero una vez llegado el momento… todos cumplimos (o casi todos). Unos se disfrazaron con lo que pillaron más a mano, y otros, con lo último de lo último en “tecnología vanguardista de disfrazamiento pal cachondeo y demás.”

Arzobispo, Spiderwoman, Zombie, Demonio Luminoso, Bruja Piruja, Cheerrrrrrr, Morticia, Esqueletor y el Profesor loco, fueron los asistentes al evento, que consistía en cenar en un bareto y bailar en un local cercano. Por cierto, el bareto no sé cómo se llama, pero cenamos de categoría y lo pasamos “entoavía” mejor.

La entrada al bar ya tuvo su aquel. Los únicos disfrazados, nosotros. Evidentemente, fuimos el foco de atención, pero no sólo a la entrada, si no durante toda la cena. Creo que hasta descansaron cuando nos marchamos. Lo cierto es que se produjeron situaciones curiosas y simpáticas. Había un niño que sólo lloraba si Esqueletor se quitaba la máscara (ya lo decía aquel… con una goma que te pongas, basta). El refranero español, que es muy sabio, lo dice perfectamente: ”Cuando el demonio no tiene faena, con el rabo mata moscas”. Pues eso, que el Demonio Luminoso se pasó toda la cena arrimando el rabo allá donde podía… o le dejaban. La Zombie tenía unos ojitos que enamoraban nada más verlos…; a la Spiderwoman le faltaba almidón en el supercuello de tela de araña. La Bruja Piruja se acomodó bastante al disfraz, pese a la falta de costumbre; será cuestión de hacerlo más a menudo. Morticia, mi querida Morticia, ¡qué miedo me das…! En los pelos de Cheerrrrrrr había de todo, como en la gabardina de Harpo (el mudo de los hermanos Marx). El Profesor Loco bastante hizo con aguantar como pudo pese al gripazo que llevaba encima. Todo ello aderezado con la presencia, siempre venerada, del Excelentísimo y Reverendísimo Arzobispo de la Diócesis de Mercadona, que bendijo la mesa e intentó que las ovejas descarriadas volvieran al redil de la fe, aunque en algunos momentos él mismo estuvo a punto de renegar de su religión y aliarse con el Diablo Luminoso. Por suerte, la Cruz y la Biblia nos protegieron a todos del pecado, de la lujuria y de la lascivia reinantes.

Tanto era el empeño del Excelentísimo y Reverendísimo Arzobispo en evitar que el rebaño se desperdigase por los atajos del pecado y la lubricidad, que quiso pagar la cena con su propio anillo arzobispal. Sin embargo, el posadero, un truhán pecador y contrario a la fe católica, osó no aceptar la “jolla” y reclamó el pago en moneda corriente, a lo que el arzobispo respondió con moneda del vaticano, negándose de nuevo el mesonero a aceptar la moneda de la Iglesia y exigiendo el pago en “aurelios” de curso legal. Al final, el asunto se resolvió como siempre: “A tanto por uno… San Bruno”, y se acabó el rollo.

A la salida de la taberna tuvo lugar el duelo entre el bien y el mal. Subidos al murete del jardín y con todos los presentes mirando, las apuestas por uno y otro se sucedieron con rapidez. Ora ganaba el DL (Diablo Luminoso), ora el Arzobispo. Lo cierto es que la plebe lo tenía difícil. Por una parte la fuerza de la fe y por otra la debilidad de la carne. Al final el tema quedó en tablas y decidimos irnos a bailar a un antro cercano, donde ángeles y demonios compartían las debilidades de la carne, el ritmo de la música y los efluvios de la bebida, para entregarse a unas danzas desenfrenadas que excitaban sus más bajos instintos animales, terminando por irse a … la cama a dormir.

El local estaba lleno, por lo que no pudimos hacer gala de nuestras dotes artísticas, así que nos limitamos a unas cuantas vueltas, finalizadas las cuales, cada mochuelo se fue a su olivo a ver si caía alguna aceituna.

Y hasta aquí, la crónica de una festividad católica que ha derivado en celebración pagana.

¡FELIZ NOCHE DE DIFUNTOS!

(¡Joder, qué miedo!)